lunes, 28 de octubre de 2013

Mengs y Azara. El retrato de una amistad

José Nicolás de Azara, Antón Rafael Mengs.
Óleo sobre tabla, 77 x 61,5 cm, 1774. Madrid, Museo Nacional del Prado
El Museo de El Prado ha llevado a cabo la exposición de una serie de obras sobre los artistas Antón Rafael Mengs y José Nicolás de Azara, con motivo de la reciente adquisición por parte del Estado del retrato de José Nicolás de Azara realizado por el primero de los artistas mencionados en 1774.

         El retrato refleja el carácter íntimo y personal de Azara, que fue el diplomático español en Roma, durante los años de 1730 y 1804, y embajador de España ante Francia en la época de Napoleón.

No obstante, este retrato se acompaña de una serie de veinticuatro obras antiguas pertenecientes a la colección privada de Azara, quien, amante de las antigüedades, había participado en dos excavaciones arqueológicas. Estas colecciones fueron donadas a su muerte al monarca español Carlos IV, que acabarían siendo repartidas entre la Casa del Labrador de Aranjuez y el Museo de El Prado.

            La relación de amistad entre los dos artistas nace en 1765, cuando antes de partir hacia Roma, Azara conoce a Mengs en Madrid. Antón Rafael Mengs, fue un pintor que trabajó en Roma hasta que en 1759, es llamado por Carlos III para trabajar en la Corte, hasta 1761. El motivo: la decoración del Palacio Real de Madrid. En 1766, sería oficialmente nombrado pintor de Cámara.   


Para aquel entonces, Mengs, ya era un artista reconocido. Formado con su padre Ismael Mengs, en Dresde, marchó posteriormente a Italia, donde estudió las obras de artistas de la talla de Tiziano, Corregio, Miguel Ángel o Rafael. En el año 1751, fue nombrado pintor de cámara de la Corte de Sajonia, un paso previo a su posterior estancia en Roma a partir del año 1752. Su estancia en Roma fue esencial para perfilar su pensamiento estético, gracias al contacto con el historiador del Arte alemán, J.J. Winckelmann.

La labor de Mengs en la Corte, excedió no obstante, la del mero encargo decorativo, sino que a él se le debe la introducción de las nuevas corrientes neoclasicistas en España, y la promoción de artistas como Francisco de Goya, así como otros de la generación de éste.
           
            Sin embargo, el retrato de Azara, respondió al encargo de Mengs, pero no fue realizado por la mano del mismo, sino por la del artista Johann Gottlieb Naumann. Esta autoría ha podido ser probada gracias al hallazgo de una carta dirigida al célebre maestre de Capilla de Dresde, quien habría estado en Florencia-lugar donde se realizó el retrato-, con motivo de la visita a su hermano, que era discípulo de Mengs, y en la que se menciona la incapacidad confesada por el artista para realizarlo, y por tanto, el encargo a Gottlieb.

            El retrato queda flanqueado en la exposición por dos bustos de sendos personajes, realizados por Christoffer Hewtson en 1779, pero de nuevo, bajo las directrices de Mengs.

            En los laterales de la sala donde se expone, -la número 38-, se disponen una serie de esculturas de retratos de personajes de la Antigüedad que Azara en su mayoría, identificó erróneamente con los personajes reales. Así, por ejemplo, encontramos los bustos de “El poeta Homero”, -aproximadamente del 140 a.C.-,  interpretado por Azara como Platón, quién se basó en una estatua sedente hallada en Esmirna, Asia Menor, donde tal vez nació y fue venerado como un héroe.

            Junto a la misma, se halla la de “El poeta Menandro”, Aristóteles, según Azara, datada aproximadamente en torno al año 50 d.C. El error fue subsanado dos siglos después gracias al hallazgo en bronce de un busto, con unos rasgos iguales y que contaba con la inscripción “Menandros”. De esta manera, la identificación fue modificada.

            De forma semejante ocurre con las esculturas del Filósofo epicúreo Hemarco, quien fue confundido con Metrodoro; el del político ático Milcíades, quien fue identificado como Zenón de Elea o  el del dacio del foro de Trajano, quien llegó a ser identificado como Bocchus el rey de Mauritania, pero que gracias a la colección de dacios cautivos del Foro de Trajano, pudo ser paliado el error de identificación.

            Todos ellos, son claros exponentes de la importancia del atribucionismo, y del estudio de textos y de otras obras de arte, para poder ahondar en el estudio del la Historia del Arte, y en definitiva, del pasado.

            La exposición también muestra un autorretrato tardío que fue sin duda fundamental para la difusión de la efigie del artista en España. Este se ilustra gracias a la copia que su hija, Ana María Mengs, realizó con la técnica del pastel, así como con la estampa de su esposo, Manuel Salvador Carmona.

            Finalmente, la exposición concluye haciendo referencia a la colocación de un busto, -realizado por Hewtson-, bajo las directrices de Azara tras la muerte de su amigo Mengs en el año 1777, en el panteón de Roma. La glorificación de su íntimo amigo, fue difundida a través de una estampa, que fue incluida en la primera biografía del pintor, escrita por Bianconi.

            Partidario incondicional tanto del estilo como de las ideas estéticas del fallecido, Azara fue uno de sus principales protectores, llegando incluso tras su muerte a ser el albacea y difusor de su obra artística. A él se le debe la publicación de los manuscritos de Mengs, su biografía y un listado de sus obras.

            Frente a la edición española de dicha publicación, que incluyó asimismo, un retrato del pintor realizado por Carmona, la italiana que la publicó en dos volúmenes,  introdujo una viñeta basada en una medalla  en homenaje a Mengs. La estampa de la misma, es del artista Juan Amillis, quien se basó a su vez, en una miniatura de la Fundación Lázaro Galdiano cuya autoría se atribuye a Bruno Gómez antes de la muerte de Azara,  y por tanto, anterior al año 1804.

            A su vez añade un dibujo hecho por Mengs de la estatua de Antínoo como Osiris, -perteneciente a la colección de los Museos Vaticanos-, y una estampa de las pinturas murales de la Villa Negroni en Roma, -excavada en 1777 por iniciativa de Mens-, de forma que se puedan apreciar la afinidad de las ideas estéticas del artista y su protector. También acompañan las piezas de la exposición, unas medallas conmemorativas: una de Napoleón y otra de Azara que manifiestan la relación diplomática ejercida por el último en 1796, que se puso de manifiesto con la firma del Armisticio de Bolonia y la Paz de Amiens en 1802, entre Inglaterra y Francia, y sus respectivos aliados: Holanda y España.



            El Museo de El Prado a través de esta exposición pone de relieve la grandeza de ambos artistas, la relevancia del papel de los expertos de la Historia del Arte para clarificar y corregir errores en la autoría o identificación de personajes, y más aún, recoge y pone de manifiesto la amistad de Antón Rafael Mengs y José Nicolás de Azara, dos personajes muy destacados de la historia de España y del Arte. 

Cristina Muñoz-Delgado de Mata

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