lunes, 23 de noviembre de 2015

El Descendimiento, Rogier van der Weyden

Rogier van der Weyden, El Descendimiento, antes de 1443. Museo Nacional del Prado
La pintura, como su título indica, representa el descendimiento del cuerpo muerto de Cristo de la cruz. Esta obra tiene mucho en común con otras pinturas que representan la misma escena: aparecen los mismos personajes y se traslada el cuerpo de Jesús envuelto en una sábana blanca como muestra de respeto y de su condición divina. Sin embargo, van der Weyden quiere mostrar no sólo la muerte de Cristo en la cruz, sino también la Compassio Mariae, el sufrimiento padecido por la Virgen al presenciar la muerte de su hijo.

Este co-protagonismo de Cristo y María aparece realzado por medio de la composición: mientras que la horizontalidad de la tabla queda compensada por las verticales de las figuras, en medio de ellas aparecen los cuerpos de Cristo y la Virgen formando dos líneas diagonales paralelas en movimientos contrapuestos: mientras que el cuerpo de Cristo está siendo descendido de la cruz, la Virgen es alzada del suelo por san Juan y una de las mujeres, haciendo de este modo que las manos de ambos casi se junten, como símbolo de unión.

La pintura flamenca se caracteriza desde sus inicios por su gusto por el realismo y en esta obra alcanza un nivel de calidad impresionante. Se puede comprobar en la representación de los tejidos, en la minuciosidad con la que se pintan cada una de las plantas del suelo, en los detalles de las manos y los pies, y, sobre todo, en la piel y en los rostros de los personajes: se puede apreciar la diferencia entre los ojos de san Juan, enrojecidos por las lágrimas, la palidez de la Virgen, que cae desmayada al suelo, y tono amarillento de la piel del cuerpo muerto de Cristo.




Pero van der Weyden va un paso más allá y no se conforma sólo con hacer una representación realista de la escena, consigue, con una maestría indudable, dibujar los sentimientos de la escena: el dolor desgarrado, el dolor contenido, la serenidad y la fortaleza ante el sufrimiento.


La obra fue encargada por la cofradía de los ballesteros para una capilla en la iglesia de Nuestra Señora de Extramuros. Más tarde, fue adquirida por María de Hungría, quien la regaló a su sobrino Felipe II. Primero estuvo colgada en el Palacio del Pardo, y desde 1574 en el Monasterio de El Escorial. En 1936 se traslada al Museo del Prado, dejando en el monasterio una copia realizada por Michel Coxie.

Os recomiendo el siguiente vídeo en el que se explica el proceso de restauración de otra obra de van der Weyden, El Calvario, que fue similar al que se realizó para la obra de El Descendimiento.




Almudena Ruiz del Árbol Moro

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