lunes, 30 de noviembre de 2015

Venus y Adonis, Tiziano

Tiziano, Venus y Adonis, 1554. Museo Nacional del Prado
Esta obra forma parte de un conjunto de obras, conocidas como las Poesías, encargadas por Felipe II a Tiziano y que decoraron las estancias privadas del monarca en el Alcázar de Madrid. El encargo consistía en la realización de un conjunto de pinturas de temática mitológica basadas en las Metamorfosis de Ovidio.

Junto al cuadro de Venus y Adonis, Tiziano realizó otras cinco pinturas en las que se representan las historias de Danae, Perseo y Andrómeda, Diana y Acteón, Diana y Calisto y el rapto de Europa. Ninguna de ellas se encuentra hoy en día en España, aunque sí se conserva en el Museo del Prado una pintura de Danae, realizada por el mismo Tiziano, muy similar a la original que realizó para Felipe II.

Tiziano, Danae, 1551-1553. The Wellington collection, Apsley House
Tiziano, Perseo y Andrómeda. 1554-1556. Wallace Collection
Tiziano, Diana y Acteón, 1556-1559. The National Gallery, Londres
Tiziano, Diana y Calisto, 1556-1559. The National Gallery, Londres
Tiziano, El rapto de Europa, 1560-1562. Isabella Stewart Garden Museum
Según se narra en las Metamofosis de Ovidio, Venus, herida por accidente con una de las flechas de Cupido, queda irremediablemente enamorada de Adonis. Venus, preocupada por la seguridad de su amado, le aconseja continuamente que se mantenga alejado de las bestias peligrosas. Una mañana, después de haberse separado de Venus, un jabalí acaba con la vida de Adonis, dejando a la diosa destrozada por el dolor de la pérdida de su amado, de cuya sangre hará crecer la flor de la anémona.

El episodio aparece así narrado en la obra de Ovidio:

Él, de su hermana nacido y del abuelo suyo, que, escondido en un árbol ahora poco había nacido, ora hermosísimo bebé, ya joven, ya hombre, ya que sí más hermoso mismo es, ya complace incluso a Venus, y de su madre venga los fuegos. Pues, vestido de aljaba, mientras besa el niño la boca a su madre, sin darse cuenta con una sobresaliente caña rasgó su pecho (…) 
"Cesa de ser, oh joven, temerario para el peligro mío, y a las fieras a las que armas dio la naturaleza no hieras, no me resulte a mí cara tu gloria. No conmueve la edad, ni la hermosura, ni lo que a Venus ha movido, a los leones, y a los cerdosos jabalíes y a los ojos y ánimos de las fieras (…) 
De ellos tú, querido mío, y con ellos del género todo de las fieras, el que no sus espaldas a la huida, sino a la lucha su pecho ofrece, rehúye, no sea la virtud tuya dañosa para nosotros dos”. Ella ciertamente tal le aconsejó y, juntos por los aires sus cisnes, emprende el camino. Pero se alza a los consejos contraria la virtud. Un cerdo fuera de sus guaridas, sus huellas ciertas siguiendo, dieron en sacar los perros, y de las espesuras a salir cuando se dispone, le atravesó el joven Cinireio con un oblicuo golpe. 

Como podemos comprobar, Tiziano ha decidido interpretar libremente el relato de Ovidio y nos muestra a Venus aferrada con energía al cuerpo de Adonis, intentando retenerle para que haga caso de sus consejos y no salga a cazar. Este gesto, además de añadir dramatismo a la escena, resulta bastante escandaloso para la época, ya que entonces no estaba bien visto que fuera la mujer la que tomara la iniciativa en sus relaciones con el hombre. 


Además de inspirarse en Ovidio y de añadir componentes de su propia imaginación, Tiziano parece haber tomado también elementos de otros relatos, en los cuales se dice que es Marte quien, dominado por los celos, decide acabar con el amante de Venus, incitando un deseo irrefrenable en Adonis por salir a cazar y enviando al jabalí para que acabe con su vida. En cierto modo este relato es mucho más benigno con el joven Adonis, a quien de este modo se le exime de la culpa de haber ignorado a Venus cuando ésta la imploraba que no arriesgara su vida saliendo de caza.


Resulta interesante comparar la pintura de Tiziano con otra obra del museo realizada por Veronés (también veneciano) y que representa la misma escena.

Veronés, Venus y Adonis, h. 1580. Museo Nacional del Prado
Frente al dramatismo de Tiziano, Veronés nos presenta una escena mucho más tranquila, en la que Adonis todavía está dormido en el regazo de la diosa. A la izquierda, Cupido retiene a uno de los perros de Adonis para que no despierte a su dueño. Venus, que acaricia el pelo del joven con sus dedos, se esfuerza por prolongar ese momento de felicidad junto a su amado, quizá presintiendo que sea el últimos que les queda.


Toda la escena irradia una riqueza y una suntuosidad muy propia de la pintura veneciana, conseguida a través del color y la luz que, filtrándose a través de los árboles, crea una atmósfera dorada y proyecta pequeños espacios de luces y sombras sobre el rostro y el cuerpo de Venus. Este efecto de luces y sombras es un recurso que mucho después utilizará Renoir en su obra Baile en el Moulin de la Galette.


Renoir, Baile en el Moulin de la Gallete, 1876. Musée d'Orsay

Almudena Ruiz del Árbol Moro

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